Todxs escuchamos hablar de Hamlet: ese nombre resuena como algo conocido en nuestras cabezas y esa imagen de alguien sosteniendo una calavera diciendo “ser o no ser” es un cliché que todxs hemos visto —aunque sea una mezcla de partes de la obra original— . Lo cierto es que son muy pocxs quienes la vieron o saben de qué se trata. La puesta en escena en Buenos Aires, en el Teatro San Martín, es la oportunidad de conocerla más.
Hace un tiempo, en este mismo blog, se escribió sobre qué hay entre una obra de 1800 y el presente. Hoy nos vamos aún más lejos en el tiempo: Hamlet data de 1600 y cuenta una historia por demás lejana, sobre un príncipe de Dinamarca. De nuevo, encontramos el desafío de traer una obra tan distinta a nuestro tiempo. Es para destacar el excelente trabajo sobre el texto que hace que este Hamlet (interpretado por Joaquín Furriel) nos conmueva y movilice, que sus parlamentos se vuelvan reales y que el espectador se mantenga alerta las tres horas de duración de la obra (se me vino a la mente La terquedad).
Hamlet es una obra que habla de la realeza, pero también de vínculos reales, de familias, amistades y parejas. Nuevamente, lo más increíble es la experiencia de encontrar la naturaleza de nuestros vínculos cotidianos reflejados en el texto de una obra tan lejana.
Franco Misitrano