Latigazos del azar cuenta historias casi de forma audiovisual: en planos, secuencias y sets de televisión. Pero también en charlas simples entre abuelo y nieto, en situaciones cotidianas o retomando libros célebres de la literatura.
Pero además de historias, lo que me dejó es un traslado a un verano en la playa, aunque en este mismo momento esté rozando las piernas con el tapizado de la silla con ruedas que se desliza por la alfombra gris llena de polvo. O eso que, en definitiva, hace que lo tangible se nos vuelva totalmente insignificante:
“Con el libro ante sus ojos, ella se acerca al mar pero apenas se deja mojar las pantorrillas, vuelve a su sitio, sigue leyendo (…) Él la ve perderse en el horizonte.Cuando se rompe el embrujo, el libro todavía está ahí, con las hojas resistiendo los embates del viento. ¿Qué libro podría hacernos perder el contacto con la realidad? ¿Y si la realidad estuviera sumergida en ese libro? ¿Y si en esas líneas anida la lujuria del intelecto? ¿Y si a quien lo lee se le acredita el pasaporte a la inmortalidad?» (p.81).
Con ese fragmento expuesto ahora se los pregunto a ustedes: ¿qué libro los hace perderse de la materialidad inmediata?
Carla Bleiz