Tras el hilo: La pilarcita

Pilar Zaracho murió por salvar a su muñeca. Estaba en un carro tirado por bueyes, en Concepción del Yaguareté Corá, Corrientes. Cuando la muñeca se le cayó, ella bajó a buscarla: fue aplastada por la rueda de la carreta. Después de ese episodio en 1917, el apellido de Pilar quedó rezagado ante la denominación de La pilarcita, la virgen a la que se le atribuyen varios milagros.

La niña quería ir por su muñeca y bajó de la carreta sin pensarlo, sin dudarlo, sin evaluar las consecuencias, sin precaverse. La movió la pasión. Fue por lo que quiso. En La pilarcita de María Marull es ese mismo eje el que atraviesa toda la obra. Es el moverse, es el “si querés algo salí a buscarlo” el principal punto de convergencia entre la tradición correntina y la construcción escénica.

Por eso se define a la desgracia como eso que “uno puede cambiar pero que no lo cambia”, como ese lugar donde uno remolonea pero no se para a cuestionar, como esa inercia que nos perpetúa en el deseo inconcluso.

La pilarcita compone grandes personajes que se repelen y complementan; que se ayudan y se cantan para que “las cosas no me pasen de largo”, para que pueda atraparlas al vuelo y hacer de ellas eso por lo que valga la pena jugarse. En definitiva, cada 12 de octubre se conmemora la pasión de moverse y sentir que hay otros moviéndose por nosotros. Porque, en definitiva, siempre es un buen momento para cuestionar la quietud.

Contexto: Funciones los viernes y sábados 20 y 22 h en El camarín de las musas (Mario Bravo 960, C.A.B.A.). Conseguí entradas online.

Carla Bleiz

 

 

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