Cada pueblo es un mundillo, pero hay cosas que se comparten: por ejemplo, los prejuicios con los que se definen a los/as vecinos/as y las ganas de irse a la ciudad grande para ser menos vistos. En el columpio es una historia de barrio, de plaza, de hamaca, que ocurre en Berreta. Me hizo acordar mucho a las internas pueblerinas de La pilarcita, Los montados o Yo no duermo la siesta.
La heterogeneidad del pueblo hace que siempre haya quienes se aferran a su origen porque “¿sabés a cuánta gente le gustaría vivir tranquila como nosotros?” y quienes retruquen que ”si nadie me conociera viviría más tranquila (…) podría llorar”. Pero lo más interesante de la obra —que me hizo reír mucho por momentos— es que la vida de cada uno, como la escenografía, se va dibujando a medida que transcurre.
¿Podría extrapolarse esa historia a cualquier ciudad que habitamos? ¿Cuán similar y diferente sería? ¿Qué sucedería con los prejuicios? ¿Y con la libertad para construir y perdurar?
Carla Bleiz
Imagen: Antonela Peccorelli
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