El mundo se divide entre los que deciden y los que acatan, dice ella, «la costurera que viste a todas las enamoradas»; esa que una vez tuvo que elegir entre hacerle un vestido para Libertad Lamarque o a Eva Perón, tras el mítico cachetazo que hubo entre las dos.
Ella hace una dicotomía entre quien decide y quien no pero ¿qué es no decidir? ¿se puede ser quien acata sin tomar la decisión de no decidir otra cosa? ¿cómo definimos la decisión? ¿cómo se complementan las dos partes? ¿puede haber una parte que decida y que la que acata no tenga ningún tipo de injerencia sobre eso? ¿cómo se construye ese vínculo y qué otros factores influyen en él?
Si hablamos de «tener el poder» también deberíamos preguntarnos el poder de qué, qué es para nosotr@s lo poderoso; ese objeto, situación o lugar que nos lo atribuye. Todo esto y más nos permite pensar Nada del amor me produce envidia.
Perdón pero tampoco puedo hablar de la obra sin referirme y volver a elogiar a María Merlino: ya conocemos su fragilidad e intensidad desbordada, los detalles en cada sonido, su pronunciar tan espeso. Y eso es tan contradictorio con eso de que «los labios hay que tenerlos bien cerrados, no vaya a ser cosa que una diga algo que no debe». Sus dolores no pueden quedarse adentro, y ese es el mejor hilar que se siente al verla.
Carla Bleiz