Vivirse #CronologíaDeLasBestias

El día que fui a ver Cronología de las bestias me crucé con un montón de adolescentes que parecían ir juntos al colegio. Verlos/as y ver cómo disfrutaban de la obra me trajo un montón de sonrisas, sobre todo al pensar que no tantos de su edad conocen y asisten habitualmente al teatro. Y también al pensar que la vez que fui yo al teatro con el colegio fue a ver una obra sobre física, mucho más intangible, pomposa y fría que la que fueron a ver ellos/as.

Ir a ver Cronología de las bestias es un poco cruzarse con la violencia que vemos y sentimos siempre, en rangos distintos, en el interior de cada familia y grupo social. Es la violencia que vivimos en el propio conflicto de nuestra construcción y vínculo con los demás. Todos los personajes fortalecen con algo de sí mismos la mentira colectiva.

Lo que más me gustó de la obra es la cantidad de acción que la convierte en una pieza casi cinematográfica—por momentos me sentía dentro de un trailer—. Tiene toques sutiles de humor —quizás me hubiese gustado que fueran más— que le sacan dramatismo a la historia. Por eso resulta tan cercana e interpela públicos diversos. Aquellos/as adolescentes ¿dónde y cuándo habrán debatido la obra?

Carla Bleiz

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