Estamos hechos de historias, como dice Eduardo Galeano, pero ¿qué sucede cuando uno se corre por un rato de esas vivencias hechas cuerpo e inventa un espacio paralelo de creaciones? ¿qué pasa cuando la rudeza de la cotidianeidad se pone en pausa para colorearse con brillos y canciones?
Alacrán vive su realidad inventándosela. “La fábula me emborracha más que el vino”, dice, y esa es su forma de salirse, por un momento, de eso que no podemos elegir que nos pase. La fábula le quita el miedo, lo llena de personajes, de bailes, de discusiones y abrazos: lo colma de cangrejo, del gato, de Paquito que develaba el truco después de cada función para decirle “la verdad” al público. Le devuelve el color al blanco y negro de los recuerdos.
Quizás es, como dice Alacran, que las anécdotas de un hombre no se quedan en su pasado, sino que evolucionan al mismo tiempo que su protagonista. Pero con todo esto nos damos cuenta de que lo que nos sigue salvando es la ficción; esa ficción creada para liberarnos de la cárcel del presente.
“Salirse de la realidad inmediata es un soplo de viento que sólo algunos nos podemos permitir”, por eso disfrutemos de este tipo de obras que abren el telón y nos hacen volar el cabello.
Carla Bleiz
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