Sí, todavía quedan cosas por contar sobre la Segunda guerra mundial. Son esos pequeños y grandes casos, objetos, circunstancias que muestran datos interesantes de inmensos momentos históricos.
No la ví ni por una recomendación, ni por curiosidad sobre la temática; a Land of mine la elegí por la gráfica de la tapa. Me llamó la atención esa calavera llena de palabras y colores claros que contrastaban con la oscuridad generalmente asociada a la muerte. Desde ahí mismo empezó la complejidad de la contradicción que me atrajo.
Land of mine atraviesa cuerpos. Hace empatizar con todos y con ninguno, al mismo tiempo que genera odio hacia todos y hacia ninguno. Esa es la verdadera complejidad de la historia, que es difícil de reducir. En esa muestra misma de tal complejidad es que esta película construyó el escenario en el que soldados alemanes, luego de haberse rendido en la guerra, son enviados a las costas de Dinamarca a desactivar las minas —alrededor de 75 mil— que los mismos nazis habían colocado.
No toda la historia está toqueteada por cineastas ambiciosos. Poder contar esa complejidad es el gran logro que, además de aportar datos históricos relevantes y concisos, permite superponer miradas y sensaciones. Bien por esas microhistorias que construyen un macromundo.
Carla Bleiz