Sencillo complicado echa luz sobre eso que nos construye y nos acompaña todo el tiempo: la mirada del otro. ¿Qué es y cuánto pesa para armar nuestra propia identidad? ¿Cuánto tiempo cargamos con algo que no es nuestro? ¿Cómo nos deshacemos de eso que no nos pertenece? Y si no nos pertenece ¿cómo llega a interpelarnos? ¿Nos despojamos alguna vez de todo o se van hilando nuevos elementos cada vez?
Si en La suerte de la fea comenté que la mirada del otro opera a partir del deseo, en Sencillo complicado se basa en el estancamiento. El vínculo entre los zapatos y el no avanzar son el eje material de esos cuestionamientos que se abren, circulan y ramifican. En definitiva, la obra permite, con un formato clown, hacernos preguntas. Y eso ya es muchísimo.
Carla Bleiz