Tuve varias primeras impresiones de la película. Primero, y menos importante, a nivel técnico. Dudé si iba a poder verla bien por la baja calidad de imagen que tenía, pero lo superé al pasar las primeras escenas que estaban rodadas en un ambiente oscuro. Luego la imagen fue adecuándose a la pantalla y mi mirada hacia ellas. Después, me sorprendió la abundancia de juegos de zoom, ese recurso que se volvió casi de culto en la época actual.
Por otra parte pensé que había muchos conflictos y era difícil saber cuál iba a predominar en la historia; me desbordaba la cantidad de información. Sin embargo, a medida que avanza el relato se hace más claro el recorrido y la temática principal brilla por su presencia.
Todas esas distancias remiten a la diferencia en la práctica cinematográfica de unos años hacia aquí: cómo ha cambiado, cómo se ha sofisticado, cómo se han simplificado y complejizado el modo de relato y la calidad de imagen a la vez.
Ahora sí, vamos a lo más importante: el contenido.
“Usted se emborracha todas las noches, ¿eh? Eso también es respetable, Rosenberg. Pero me haría más feliz si se subiera al trapecio con sus amigos. De esa forma enfrentaría su miedo más efectivamente” (Doctor Soltermann).
El huevo de la serpiente nos habla sobre el miedo. Sobre la construcción de un miedo corporizado en la sociedad alemana de la década de 1920. La gestación se da con elementos estratégicos y minuciosos que conforman un gran todo; conforman las condiciones de producción de un discurso salvador que proclama terminar con todo lo que está en crisis.
En este sentido, la decadencia de la República de Weimar se muestra a través de una situación de inestabilidad económica (“Como sabe, el desempleo es muy alto aquí. No nos encargaremos de usted cuando se le termine el dinero”), de antisemitismo generalizado («Un grupo de terroristas judío, entrenado para matar y agredir está merodeando en todo el país, matando gente honesta y granjeros en horcas portátiles”, publica un diario), de pérdida de confianza en las instituciones. Con esos fundamentos se generan las bases para un discurso reivindicatorio del lugar y políticas de Adolf Hitler.
Así es el huevo de la serpiente, que “a través de la delgada membrana se puede distinguir un reptil ya formado”. Así son las instancias previas de un discurso, que forman el colchón mediante el cual pueden caer los trapecistas y no golpearse en el intento.
Carla Bleiz