Marta se refiere a la empleada doméstica como planera, subversiva, conventillera, bolita, villera, y le horrorizan los “motivos incas” y “la venta de artesanía”. Zulma le dice a su amiga que “de golpe tu vida se deshilacha y vos te hacés la buda”.
Eso es una parte del paisaje de una obra que, con humor, ironiza las incoherencias y contradicciones de un grupo de amigas de clase acomodada que se juntan a tomar el té y jugar a la canasta mientras defenestran todo lo que no es ellas mismas. O, mejor, despotrican contra todo lo que de ellas mismas materializan en una otredad condenada.
La obra configura las falencias para convivir con esa otredad también de acuerdo a las dificultades de cada una de ellas para aceptar sus propias acciones y decisiones. Por eso, los vínculos entre las mujeres son quebradizos y solubles: todas fingen que les interesa lo que la otra habla mientras se emocionan por los sandwiches de miga.
El guión de a ratos se vuelve poético y se destacan las actuaciones que logran insertar fácilmente al público en un mundo despotricador y contradictorio.
Carla Bleiz