Liberar las pasiones y celebrar la liberación; ese es el principio rector de la obra de culto surgida como musical y luego hecha película. El film en Argentina fue censurado durante el gobierno militar y estrenado a fines de los ochenta.
La activa participación del público durante la función —esta vez con disfraces, alaridos, coreografías desde la butaca, acotaciones, silbidos, y agite de celulares— sigue sosteniéndose como una marca registrada respecto a la original londinense de 1973. El público de The Rocky Horror Show concurre al teatro para confirmar la diversión que sabe que va a experimentar.
En todas las esferas el placer es obligatorio.The Rocky Horror Show es la metáfora de la revolución sexual que se empezó a manifestar en los sesenta y setenta. Los siglos de represión sobre la sexualidad estallan bajo la presión del Mayo del 68 en Francia.
A partir de ese hito histórico, uno se vive como individuo y ya no tiene que recibir órdenes de nadie: ni de la iglesia, ni del ejército, ni de la burguesía, ni del partido*. Si hay obstáculos frente a su deseo son los internalizados y corporizados por uno mismo, casi como los prejuicios que tenían Janet y Brad al principio de su aventura por el castillo cuando Dr. Frank Furter los invita a ”bucear las aguas del sexo sin ley”.
Quien se resiste a la liberación es visto como una suerte de residuo del viejo mundo”*, y condenado con el grito de «¡boludo!”, muy parecido al “¡no estás liberada!” reivindicado por el movimiento hippie en Estados Unidos*. No sólo hay que tener sexo de todas maneras sino con todas las personas posibles, sin reticencias ni tabúes.
El placer se siente en cada momento de la sala: la audiencia junto con la performance vocal y actoral reavivan la versión lejana con deleites bien cercanos. Todo es coherente consigo mismo.
Contexto: Funciones los martes a las 21 h en el Teatro Maipo (Esmeralda 443), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Comprá entradas online.
Carla Bleiz
*Dominique Simonniet (2004) “Capítulo 8: La revolución sexual – ¡Gocemos sin trabas!”. En La más bella historia de amor, Fondo de Cultura Económica.