Pero lo lindo de todo esto es que en la obra pasé por todos los estados anímicos casi sin darme cuenta, y hasta llegué a simpatizar por los ratones —bueno, por un ratito—. Y es que si, como decía Christiane, «el mundo entero cabe en un ratón» estamos mucho más cerca de lo que pensábamos.
La obra tiene música, colores, luces y oscuridad: podríamos remitir a situaciones de la vida de Christiane Dosne de Pasqualini y Rodolfo Pasqualini —pensadas y llevadas al escenario por su nieta, Belén Pasqualini—casi en cada uno de esos conceptos.
Podemos pensar que «a Rodolfo Pasqualini [la autoproclamada] revolución libertadora le quizo adelgazar las ideas, fue un no permitido». O podemos sentir que «cuando tu corazón está ardiendo el humo entra por tus ojos (ciegos)». Pero nunca vamos a dejar de preguntarnos por qué «investigar es buscar algo justo en el momento en el que te arrancan los ojos».
Carla Bleiz