«Fui a ver Los vecinos de arriba en un momento de crisis interna» podría ser un buen titular para una revista. Pero no, es bastante común en la vida terrenal. El teatro es terapéutico, y más cuando trata temas tan genéricos que pueden interpelar de distintos modos.
El núcleo de la obra, más allá del humor, me parece que es el conformismo y cómo se convive con los deseos propios: ¿se escuchan? ¿se replantean? ¿se concretan sin pensar? ¿se piensan sin concretar? ¿se proyectan? ¿se anulan? Y así puedo seguir hasta que venga el próximo eclipse.
Muestra distintas subjetividades que confrontan tanto entre sí como internamente. Genera un debate sobre el deseo y la comunicación: ¿qué sabe el otro de mí? ¿qué sé yo del otro? ¿comunico lo que quiero? ¿sé lo que quiere? A veces no son simplemente problemas de comunicación externa.
Cuentenme si alguna vez vieron la obra justa en el momento adecuado. Lxs leo.
Hasta la próxima
Carla