De infantes hablando como adultos, con frases repetidas en la superficie de distintos sectores sociales; son fragmentos incuestionados y naturalizados que se transmiten tras generaciones. Yo no duermo la siesta bosqueja una niña que retoma el discurso adulto, que crece de prepo, que se piensa en un cuerpo mayor.

Natalí usa zapatos mucho más grandes que los de su talle y es la única que no quiere dormir la siesta. Pregona que “hay que decir las cosas para no enfermarse” y que “a los miedos hay que enfrentarlos”, mientras camina con miedo de llegar a su casa y ver a su madre enferma. Desde ese personaje, se construyen vínculos que retratan la vida pueblerina en contradicción con otros hábitos legitimados en la ciudad.

La obra intensifica situaciones cotidianas al mismo tiempo que las pone en cuestión. Con actuaciones sobresalientes, conforma un entramado de relaciones entre los personajes que se torna natural y expansivo a otras discusiones: el concepto de niñez, la desigualdad de clases y la apropiación de discursos.

La niñez es niñez si se permiten liberar esos hilos narrativos que suceden antes de que nos limiten. Es niñez si se vive el juego antes que todas las reglas. Yo no duermo la siesta resulta un buen lugar para pensar esa dialéctica.

Contexto: Funciones los miércoles a las 21 h, hasta el 14/12/2016, en Espacio Callejón (Humahuaca 3759, C.A.B.A.). Conseguí tus entradas. 

Carla Bleiz